Por Pedro Cantú
El siguiente texto es un extracto sobre mis reflexiones al leer el libro “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire, el cual me pareció sumamente interesante. Mis ideas están relacionadas a la experiencia personal en el trabajo con hombres que ejercen violencia dentro de grupos de reflexión (como facilitador, así como participante) enfocados en frenar la violencia hacia sus parejas o a mujeres cercanas a ellos, y lo escribo con la intención de continuar generando un diálogo crítico y constante sobre el tema. Te invito a leerlo dándote la oportunidad de ubicar dentro de tu historia de vida, momentos en los que te has sentido oprimida u oprimido, o que bien reconozcas haber controlado la forma de pensar, sentir, actuar, etc. De otra persona.
Pablo Freire en el Capítulo 1 de su libro “Pedagogía del oprimido” menciona que “estos, que oprimen, explotan y violentan en razón de su poder, no pueden tener en dicho poder la fuerza de la liberación de los oprimidos ni de sí mismos. Solo el poder que renace de la debilidad de los oprimidos será lo suficientemente fuerte para liberar a ambos.” En esta cita, describe dentro de la dinámica opresor/oprimido el uso del poder, así como del papel que tiene aquel que ha sido violentado en el proceso de cambio de quien le controla, ya que el oprimido al resistirse, genera en el opresor procesos internos de los cuales difícilmente podría cuestionarse y mucho menos hacer conscientes, ya que esto implicaría abdicar o renunciar a su posición de poder. Esto me lleva a pensar en el proceso de los hombres dentro de grupos de reflexión para frenar su ejercicio de violencia, donde el crecimiento personal logrado a través de diferentes técnicas de intervención no hubiese sido posible si, inicialmente su pareja, no hubiera decidido cuestionar o resistirse a su dinámica opresiva. En muchos casos, es cuando ella toma en cuenta la opción de retirarse, alejarse, poner un ultimátum, irse a casa de su madre y padre, cuando lo denuncia, o simplemente cuando no desea hablar con él de nuevo bloqueando toda comunicación (entre otras cosas) lo que inicia un proceso personal que lo lleva al grupo de reflexión (o a atención psicológica). Me remonta al origen de los estudios de la masculinidad, los cuales está directamente relacionados con el movimiento feminista, que desde un lugar de opresión comienzan a resistirse generando críticas, cuestionando y visualizando las dinámicas de poder desde donde se ejerce el control hacia ellas. Lo anterior hace que me genere la siguiente pregunta: ¿Si ellas (o ella) no hubieran comenzado a cuestionar la posición de los opresores en búsqueda de su libertad, se hubiera generado la reacción en cadena que me ha llevado a mí o a otros hombres a asistir a grupos de reflexión? Creo que esto es un ejemplo directamente relacionado con lo planteado al inicio del párrafo. El oprimido en su búsqueda de liberación personal, libera al opresor, quien, en gran cantidad de casos, no podría hacerlo por su propia cuenta. Al final de cuentas, ¿quién decide renunciar al poder si no es a través de un proceso arduo de trabajo personal? Creo esta es una de las primeras características de la pedagogía del opresor. El proceso comienza cuando el que oprime se da el permiso de cuestionar lo que por toda su vida ha sido una certeza, la cual idealiza los resultados y justifica los daños, y se protege con un velo opaco capaz de hacer pensar o decir: “yo nunca he violentado/controlado a nadie en toda mi vida”. ¿Será cierto? Porque las demandas de muchas mujeres son reales, o al menos los efectos en sus vidas lo son (miedo, sensación de inseguridad, frustración, etc.) y son muchas veces el motivo de consulta.
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