La violencia familiar y de género es un problema social ya que que afecta a la comunidad y es un problema de salud porque causa daños físicos, psicológicos, sexuales y patrimoniales, e incluso puede llegar a culminar en formas extremas de violencia. Si bien es cierto existen creencias y valores acerca de la mujer y el hombre que se han caracterizado en una cultura hegemónica patriarcal, definiendo así al hombre y sus valores como superiores por naturaleza, confiriéndole el derecho y la responsabilidad de dirigir la conducta de la mujer e incluso de hijos, y que aun y que se luche día a día para lograr una perspectiva de género justa, que no solo mire lo que la construcción de la mujer, sino que también visibilice el lugar que se le dio al hombre, la ideas de que el hombre es el proveedor y el jefe de hogar persisten y se sostienen, tan es así que aun y que se modifiquen leyes, los comportamientos tienden a seguir siendo regulados y/o ejecutados por esta normatividad cultural que justifica y legitima el uso de la fuerza como método correctivo y como instrumento de poder.
La violencia se aprende y transita de generación en generación.
Cuando existen patrones culturales basados en el abuso de poder y la dominación, y cuando la violencia sucede en la familia, muchas de las veces esta no puede ser reconocida porque se vive como algo cotidiano o “normal” tal y como lo señalan diversos autores (Hidalgo, 2002; Esteban y Tavora, 2008; Lockedd, 2009; Dedmer, 1997; Plaza, 2012; Serrano, 2009).Representaciones atravesadas por deseos colectivos inconscientes, repetición de modo de vida y negación de todo aquello que ponga en peligro el orden social existente.
La violencia se vuelca en una cuestión de dominación, lo cual implica autorizar la opresión y en la medida que es lograda sin violencia física se establece un vínculo coercitivo emocional basado en la intimidación y el miedo en donde los abusadores crean una situación de ansiedad y estrés para crear las condiciones de dependencia y que en conjugación con la alternancia, se logra que la mujer participen activamente en su sometimiento.
Siendo la dominación psicológica el medio para robarle a la mujer su voluntad y como dirían las feministas, apelar la activación y/o aceleración de los valores patriarcales que está interiorizada en la mujer. A partir de este entendimiento se posibilitan diversas vías de acceso para trastocar lo construido, y su posible movimiento, y así poder intentar formas y acciones que re- direccionen los sentimientos, entendimientos y comportamientos que han colocado a la mujer en lugares de sometimiento y sufrimiento, sin embargo los diversos modos, en que nuestras creencias se manifiestan a través de nuestras acciones, emociones, y opiniones, y que son formadas por procesos que muchas de las veces nos conducen a puntos ciegos, tienen la función de reforzarla asi misma creyendo solo lo que nos convence. Las creencias provienen de ideas previas y de deseos y metas que nos apremian.
Te invitó a que revises el cortometraje El orden de las cosas, en el cual podrás observar, identificar y sobretodo reflexionar, el desarrollo de la violencia y él como nuestras historias de vida marcan y guían nuestras conductas y decisiones, y que aun y que eso pueda llegar a lastimar, permitimos que siga ahí, como una huella importante de nosotros mismos, dificultando asi, poder cambiar el orden de las cosas, es decir romper con aquello que persiste y que daña, para permitirnos vivir en plenitud y libertad, por otra parte comprender a quien es receptora de esta violencia y la construcción de si misma en este dinamismo.
Experimentar violencia te vuelca en un sinfín de emociones, y mucha de ellas, una felicidad inmensa, que te hace creer que las cosas en el fondo tienen solución, pero también en un instante, te sitúa en el miedo más grande de tu vida.
Los suspiros son aire, y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar. Cuando el amor se olvida, ¿sabes tú a dónde va? Gustavo Adolfo Bécquer.
Por Edna García
Recomendación: https://youtu.be/hfGsrMBsX1Q
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